Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100105
Legislatura: 1886
Sesión: 14 de junio de 1886
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Martínez de Campos.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 24, 236.
Tema: Salesas Reales.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): El Gobierno ha oído con mucho gusto, como tengo la seguridad de que lo habrá oído el Senado, el erudito discurso que acaba de pronunciar mi distinguido y querido amigo el señor general Martínez Campos; acerca de cuyo discurso, en principio, no tengo nada que decir, porque no he de entrar a discutir con mi distinguido amigo si la iglesia de las Salesas es digna de pasar a la categoría de monumento nacional, ni tampoco si por su mérito arquitectónico y como cuestión de arte es digna, en efecto, de esa clasificación de monumento nacional, pues para ello se tiene en cuenta, no solo su mérito artístico, no solo el mérito arquitectónico que pueda poseer, sino también consideraciones históricas; y si en mi concepto (quizá esté equivocado) como monumento arquitectónico, como cuestión de arte, no merece clasificarse entre los monumentos nacionales, al menos por consideraciones históricas, y dadas las razones que ha expuesto con mucha oportunidad mi distinguido amigo, quizá merezca esa clasificación.

Tampoco he de entrar a discutir con S.S. si es al Poder legislativo o al ejecutivo a quien corresponde hacer esa clasificación; porque claro está, ¡cómo he de negar yo las facultades que tiene el Poder legislativo! Pero estas cosas se han hecho siempre por el Poder ejecutivo, porque éste dispone de las Juntas consultivas, de las Academias y Corporaciones que se hallan al servicio del Estado, para tomar todos antecedentes que sean precisos, a fin de hacer la clasificación con completo conocimiento de causa.

Yo no niego a ningún Sr. Senador los antecedentes necesarios, ni el estudio preciso para hacer esta clasificación; pero no me parece lo más oportuno que se haga aquí la declaración sin disponer de los informes, antecedentes y consultas de que el Estado puede disponer para estos y otros objetos. Nada de esto entra en mi propósito, y por consiguiente, no niego al Senado esta facultad, que es extraña, pues no ha usado de ella nunca. Yo no recuerdo antecedente alguno de que para hacer la declaración de monumento nacional haya intervenido el Poder legislativo, es decir, el Senado y el Congreso; no lo recuerdo. Pero en fin, paso esto por alto; doy por cierto que el Poder legislativo puede hacerlo; y claro está que pudiendo hacerlo, si quiere, lo hará.

Doy por sentado, en efecto, que la iglesia de las Salesas merezca ser clasificada como monumento nacional; doy también por sentado, y con mucho gusto que lo puede hacer el Senado; pero así y todo, me permitiré advertir al Sr. Martínez Campos que la ocasión no puede ser menos oportuna; porque, Sres. Senadores, desde el momento en que la iglesia de las Salesas está siendo objeto de una negociación diplomática entre el Poder legislativo y el Nuncio de Su Santidad, el venir el Poder legislativo a interrumpir esa negociación, no me parece correcto, por la seriedad y la formalidad con que las negociaciones diplomáticas se llevan aquí y deben llevarse en todas partes.

No conozco las negociaciones, ni hasta ahora ha habido motivo para que yo, como Presidente del Consejo de Ministros, haya intervenido en ellas; pero sé que estas negociaciones con el Nuncio de Su Santidad, con razón o sin ella (tampoco discuto esto), vienen desde hace tiempo, porque fueron entabladas por el Gobierno del partido que se llama de la izquierda, se continuaron después por el Gobierno del partido conservador, y casi la terminarse nos las hemos encontrado nosotros; se las ha encontrado este Gobierno, y no tiene más remedio que continuarlas. No sé el resultado que tendrán esas negociaciones; pero no me parece que sería de buen efecto el que quedasen interrumpidas ahora, mediando un Poder extraño.

En este concepto, no me opongo en absoluto al pensamiento de mi querido amigo el señor general Martínez Campos; no tengo reparo alguno, ni lo tiene el Gobierno, en que esa iglesia, en su día, sea declarada monumento nacional, después que las negociaciones terminen; lo que no quiero es que una resolución de la Cámara pueda venir a interrumpir esas negociaciones, que jamás pueden interrumpirse de esa manera. Las negociaciones, sean las que fueren, una vez empezadas con una Nación, es menester continuarlas y terminarlas.

¿Cómo han de acabar? No lo sé; pero al fin y al cabo, es menester continuarlas por los procedimientos, caminos y medios con que esas negociaciones se instruyen y terminan, sin que venga un Poder extraño a mezclarse en la negociación y a hacer imposible su terminación. En efecto, ¿qué diría el Senado si en una negociación (no digo ésta, sino cualquier otra) que estuviese siguiendo el Poder ejecutivo, tratando con una Nación extraña, viniera el Poder legislativo a suspender, a hacer imposible las negociaciones? ¿No podría creer la Nación extraña con quien tratáramos, que había sido un artificio empleado por el Poder ejecutivo, el de que se mezclase el Poder legislativo para salir del paso de esa manera?

Yo ruego, pues, al Sr. Martínez Campos que no [236] ponga a un Gobierno, a sus amigos, o aunque fueran adversarios, que no los ponga, digo, en esa situación para con una Potencia, a la cual nosotros tenemos el deber de guardar las consideraciones y respetos que se merecen todas, y especialmente aquellas Potencias que no disponen de medios ni de poder material para hacerse respetar. (Muy bien, muy bien). Por lo mismo que se trata del Sumo Pontífice y de su representante aquí, es menester que nosotros tengamos aquel respeto y aquella consideración que tendríamos, sin duda alguna, con las Potencias que cuentan con una fuerza muy superior a la nuestra.

En este concepto, pues, me atrevo a suplicar a mi distinguido amigo el Sr. Martínez Campos que, para que no se crea jamás lo que he indicado, y el Gobierno quede en libertad de seguir las negociaciones, retire S.S. esa proposición, en la seguridad y confianza de que el Gobierno español no hará respecto de la iglesia de las Salesas, ni respecto de ningún otro templo de España, nada que no esté dentro de la dignidad de la Nación española, de sus intereses, y también del respeto, consideración y cariño que todos los españoles, muy especialmente los que somos católicos, debemos tener hacia el Santo Padre. (Muy bien, muy bien. ?Muestras de aprobación) [237]



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